El problema de este segundo caso es que, en general, tienen sistemas de gestión de calidad bastante poco desarrollados y adecuados a la empresa y que han resultado ser un mero parche, en cuyo caso, en lugar de mejorar los resultados de los procesos y la empresa, han acabado empeorándolos.
Esto es porque en la mayoría de estos casos, los sistemas han sido desarrollados totalmente enfocados a conseguir la certificación y no como un medio para llegar a la mejora de los procesos y resultados de la organización siguiendo los principios de la calidad total.
De hecho, es habitual encontrar empresas donde en el proceso de implantación del sistema no se ha contemplado el caso concreto de la empresa con sus características particulares, en cuanto a cultura y procesos, sino que se ha adoptado una solución «tipo» que ha sido desarrollada para otras organizaciones.
En otras ocasiones, se encuentran sistemas de calidad desarrollados por personas con pocos conocimientos y/o experiencia en los conceptos de la calidad total y en el desarrollo de sistemas de gestión de la calidad con lo que redunda en un sistema «pesado» con documentación y procesos innecesarios.
Las consecuencias de estos aspectos son que debido a la ineficiencia de los procesos y que en muchas ocasiones no se ha hecho el trabajo correcto en las áreas de formación e información, los integrantes de la empresa no creen en el sistema ni en que éste sirva para algo. Esto lleva inevitablemente a la degeneración.
En estos casos, la revisión del año 2000 de la normativa no resuelve la situación, pues aunque ésta conlleve una mejora del enfoque, lo comentado antes es un problema de la alta dirección de la empresa y no de la norma.